Quién no conoce a los callejeros gofres. Yo los descubrí en Madrid en una calle transversal de preciados, allá por los años de la incipiente democracia. El olfato se excitaba antes de ver el puesto humeante. ! Era delicioso ! Te los comias a pelo, o con chorreante chocolate. Era invierno y el calor del gofre en la boca mitigraba el frio callejero. Después te arrepentias, pues el estomago se quejaba , de a saber que le habias metido. Digo, si era huevo, harina y leche, o una masa vomitiva de cualquier preparado yanki.
Cuando sales del pueblo, te enteras que no son modernidades llegadas a la ciudad, en épocas post dictatoriales, sino que son tan antiguos como el homo sapiens, como los huevos, de toda la vida.
Según cuentan los internatuas fueron los de los paises bajos, digo yo planos, los primeros en probarlos y en américa se tecnificaron, y exportaron.
Las recetas a cientos, pero lo mejor es el intrumento, donde se cuece. Si, de fundición, como las cocinas de Bilbao, de hierro del bueno y para que no se pegue grasa de cerdo.
Ahora está lo eléctrico, como sucedaneo del fuego. Claro no vamos a encender un fuego en medio del pisito de diseño. Pues a comprer gofreras y a pasar con medida, y movimiento, el invierno.
La receta es de los del norte, de la racionalidad europa, por lo que hay que hacer cuentas: 250 gr de harina, ( ja ) 3/8 L de leche, dos yemas de huevos, 1/2 cuchara de te de sal, 100 gr. de mantequilla a temperatura ambiente, 1/2 paquete de levadura y las dos claras de huevo a punto de nieve. Se mezcla todo y al final de incorpora las claras del huevo.
! Et voilà !